Autora: Pepa Campos Romero.

Para mí la dificultad de nuestro oficio tiene que ver con el grado de enfermedad que traiga la persona que viene a consulta. Lo difícil está relacionado con la permeabilidad que tenga el paciente a nuestras indicaciones. A mayor permeabilidad más posibilidad de cambio y al contrario.

Para trabajar con personas muy enfermas, hay que poner mucha energía.  Desde mi experiencia, a más enfermedad hay que poner más trabajo, más entrega, más energía y más conciencia.

En mis quince años de trabajo en educación, me encontré con niños con graves déficits de relación, autistas, psicóticos, antisociales, etc. Mi experiencia es que si logro contactar con el lugar donde está el niño, si me pongo a su nivel y logro contactar con él. Este contacto es como el cordón umbilical que me une a él y me permite tirar de él y sacarlo desde donde está, para llevarlo a la salud.

Lo primero es crear el vínculo con él o ella, y a partir de ahí ya es más fácil. Lo difícil es crear el vínculo. Para crear el vínculo, tengo que llegar hasta donde esta él o ella y decirle metafóricamente o realmente: “Estoy aquí y te veo”, “Estoy disponible para ti, para lo que tu necesites”, “No me voy a ir”, “Estoy disponible y te apoyo”, “No importa que me rechaces, estoy aquí, hasta que te canses y podamos contactar”. Las palabras son como un medicamento, tardan un tiempo en hacer efecto; pero lo hacen.

¿Qué siento que le falta a la persona? Normalmente lo que falta es AMOR. El amor es el bálsamo que nos sana. El amor se puede traducir en PRESENCIA, en TIEMPO dedicado a la persona, en ACTITUD de ayuda, en RECURSOS para su desarrollo, en CUIDADO en el sentido de que tú sientas que eres importante para mí, etc.

Voy a exponer tres casos de los que traté en aquella época:

  • Miguel, niño de 6 años de 1º de primaria, hijo de padres adolescentes, toxicómanos. Presentaba hipotonía muscular, alopecia, no poseía ningún vello en el cuerpo, ni cejas, ni pestañas. Como consecuencia de su hipotonía muscular, su habla estaba distorsionada.

En clase, la profesora no podía con él, porque no paraba, ni dejaba a nadie trabajar, siempre de pie, tirando los materiales de los demás y agrediéndolos. Un día la profesora desesperada lo llevaba a dirección para expulsarlo del colegio y antes de ir vino a verme para contarme lo que le pasaba. Yo que en aquella época ejercía de profesora de apoyo y no tenía tutoría, le dije que yo me iba a encargar de él. Pasaba conmigo toda la jornada escolar junto con el grupo de niños que yo recibía en cada hora.

Lo primero que hice fue proporcionarle un peluche enorme, para que descargara su agresividad con él (veo lo que necesita y le proporciono el material para que canalice su necesidad).

Posteriormente comienzo su aprendizaje lecto-escritor, con un método que yo creé que se llama: “Yo juego, ¿y tú?”. Método global de 3 frases. Al mismo tiempo trabajo sus dislalias. Descubrí trabajando con este niño que el método de lecto-escritura al basarse en tres frases que contenían todas las sílabas directas de nuestro idioma, favorecía la correcta articulación de las sílabas, ya que eran siempre las mismas sílabas y el mismo punto de articulación y la reiteración favorecía la correcta pronunciación.

Me llevó dos cursos escolares que aprendiera a leer y a estar tranquilamente sentado en su silla, haciendo sus tareas. Y después de este tiempo se convirtió en un niño más de su clase.

La estrategia de trabajo consistió en ponerle límites, darle cariño (que se sintiera querido por mí) y proporcionarle los recursos adecuados al nivel de maduración que él tenía. Al principio, tuve que poner un cerrojo en lo alto de la puerta de mi clase, porque se escapaba y se iba al patio. El cerrojo en alto, me servía para poder llegar a la puerta antes de que él pudiera abrirlo e irse a corretear el colegio. Esto fue en un primer tiempo.

Lo duro es que este niño tenía que volver a su hogar de locura cada día, donde su padre lo mandaba a comprar drogas y lo maltrataba; a veces llegaba al colegio con moratones por todo el cuerpo. Posteriormente me enteré que estuvo ingresado en el hospital con alucinaciones.

A lo largo de mis quince años de trabajo con niños en la escuela, aprendí que el amor, el cuidado y los recursos adecuados a su nivel de desarrollo, tranquilizan al niño y le hacen sentirse bien.

  • Juanito es un niño de 10 años hiperactivo y con mucha agresividad. No sabía leer y armaba follones constantemente, incluso agredía a los profesores, si éstos querían controlarlo.

Aprendió a leer perfectamente en el curso escolar y a estar compartiendo actividades con sus demás compañeros, sentado en clase tranquilamente. Hubo un punto de inflexión en su comportamiento, que fue el día que yo desesperada, empecé a cantarle una canción de cuna en francés y de pronto se paró y se calló y empezó a escucharme. Creo que lo que funcionó aquí, fue el efecto sorpresa y al mismo tiempo recibir una conducta (mi canción) totalmente nueva para él y de índole totalmente diferente a lo que siempre había recibido (a una conducta disruptiva de él siempre le acompañaba una reprimenda del adulto, y yo le dí lo contrario, ahí se produjo la inflexión).

  • Ana, niña de 5 años, vivía con su madre y un tío psicótico. En esta época, yo trabajaba en los equipos externos a la escuela y visitaba semanalmente un centro educativo o dos por día. Cuando me la trajeron era muy agresiva con sus compañeros de Educación Infantil. Tenía la mirada típica psicótica que te traspasa. Comencé a trabajar con ella a través de cuentos y de canciones, contándoselos y cantándoselas y haciéndole preguntas. Logré crear el vínculo con ella y disfruté de su mirada contactando con la mía, ese día  me emocioné y ella me preguntó que por qué lloraba y yo le dije que era de alegría, de verla a ella tan bien y tan feliz. Su conducta se normalizó en clase y yo dejé de atenderla. Al cabo de dos o tres años volví a verla en el colegio, la sentí perdida. Atendía a las preguntas que se le hacían; pero ya no contactaba con la mirada. Había habido una adaptación superficial a su medio; pero a nivel emocional no había contacto consigo misma ni con los demás, no había contacto auténtico.

A veces me he preguntado si no era una traición el trabajo que hacía con estos niños de familias muy desestructuradas, en las que yo creaba el vínculo con ellos, les mostraba un tipo de relación fantástica, donde eran escuchados y queridos y luego cuando se normalizaba su sintomatología, los dejaba en el ambiente enfermo de su familia y me iba.

Yo llego al ambiente enfermo donde están, les doy la mano y les saco de ahí, en el sentido de que les muestro una forma diferente de relación, donde son tenidos en cuenta y respetados y luego les vuelvo a dejar ahí. En cierto modo es una traición.

Desde mi punto de vista mi tarea consistía  en darles el apoyo externo que les faltaba para que se desarrollaran adecuadamente y ayudarles a que vayan desarrollando su autoapoyo, lo que ocurría era que en algunos casos eran muy pequeños para hacerse cargo de ellos mismos.

  • Otro caso ya en la formación de Terapia Gestalt fue el de un profesor de Pedagogía terapéutica que era bipolar y se disociaba en determinados trabajos. Yo le hice la entrevista inicial y me pareció una persona muy potente. Cuando fue transcurriendo el tiempo, nos dimos cuenta que era bipolar y que en determinados momentos se disociaba. Todo el profesorado de la formación estábamos atento a esto y tratábamos de juntar lo que él quería eliminar de sí mismo en algunos trabajos, por ejemplo: en un taller de sueños, cuando en el trabajo con él, quería destruir una parte que decía que no era suya. La estrategia que utilizamos todos los profesores de la formación fue como de útero que contiene y protege, tratando de unir lo que él quería separar, con mucho cuidado y tacto.

Al final estamos muy contentos de lo que hemos hecho todos con él, porque él está ahora muy consciente de lo que le pasa y tiene mucha lucidez. La estrategia ha sido contenerlo en todo lo que él producía y tratar de reconducirlo amorosamente hacía las conductas “normalizadas” y durante el tercer año, en los trabajos de supervisión que él hacía, que a veces eran un “poco” disociativos, apoyar a los miembros del grupo que denunciaban esto y explicar lo sucedido, como un ejemplo claro de trabajo disociativo que no era bueno hacer y tener la suerte de verlo en vivo y en directo, con la contención que daba el profesor que dirigía la supervisión y las explicaciones pertinentes de lo sucedido.

Durante el proceso, en algún momento del principio, me planteé, si había sido bueno admitir a esta persona en la formación y posteriormente, me di cuenta que éste era el lugar idóneo para esta persona en este momento; ya que todo el equipo estábamos muy pendientes de su evolución y lo tratábamos con mucho amor y cuidado. ¿ dónde te tratan así en la vida?

Para mí lo más bonito de la terapia es ver el proceso de transformación de las personas. El proceso de hacerse cada vez más independientes, más libres y más felices y como la vida se les abre para que sean felices.

¿Dónde está lo difícil? Para mí hay distintos momentos:

  • Cuando la persona se cierra en su discurso destructivo, yo ahí la dejo hablar y cuando para, le digo si quiere añadir algo más y si me dice que no, le respondo que la he escuchado y no le digo nada más a no ser que ella me demande algo; porque veo que está parapetada ahí y me cuido de no desgastarme, hasta que la sienta que está disponible para escuchar.
  • En otros momentos, en los grupos de formación, cuando alguien muy narcisista se pone en pelea directa con los profesores de formación, con la formación y con la escuela en general, para medir su fuerza y su poder y para no cuestionarse a sí mismo y no atiende a las indicaciones mías y de los profesores de ponerse en terapia, para trabajarse lo que le duele, me alío con él y le digo que si yo pensara lo mismo que él haría lo mismo  , me iría y ahí se termina la pelea; esto lo hago si no veo otra posibilidad.
  • Para mí lo difícil es escuchar lo que me duele, que tiene que ver con lo egóico y yo ahí pongo mucho hincapié en escuchar lo que me dicen mis alumnos de formación y mis pacientes; porque no siempre me sentí escuchada por mis terapeutas y profesores de formación y quiero que mis alumnos se sientan escuchados por mí. Entonces cuando me dicen algo que es la primera vez que lo escucho y no sé si es mío o no, les digo que me lo voy a dejar sentir y que ya les responderé y así lo hago.
  • A veces con pacientes Borderline muy graves no he podido sacarlos de su espiral destructiva, me he sentido impotente con ellos y se han ido.

En general yo siento que en la medida que la patología es más grave hay que poner más trabajo, más esfuerzo y más energía. A veces he sentido en el trabajo con los niños cuando estaba en la escuela en patologías graves, que su mejoría o recuperación estaba en dar metafóricamente mi vida por la de ellos, en cuanto a dedicación y esfuerzo. Y esto se ve muy claro en el libro de Bruno Bettelheim, “La fortaleza vacía”. Para mí es muy importante la intervención temprana, porque en la medida que se subsane antes la dificultad hay menos trauma, menos daño.

Según el profesor Rof Carballo la salud está en la urdimbre afectiva que se crea en la relación niño/a-madre o persona que realiza la función madre en los primeros meses y años de vida. Si el niño/a se siente amado y protegido va a desarrollar la fuerza suficiente para hacerse independiente y libre y su inteligencia se va a desarrollar exponencialmente. Tratar de reparar o crear esta urdimbre afectiva de amor y apoyo es la tarea del terapeuta y esta tarea la vamos a desarrollar con más efectividad en la medida que nosotros mismos estemos más sanos; es decir, en la medida que hayamos trabajado nuestra urdimbre afectiva primaria y nos hallamos transformados según Rof Carballo en: “Un ser absolutamente permeable y transparente, indefenso, sin resistencias, para la realidad del prójimo, anulando en nosotros, por el conocimiento, las reacciones más sutiles y enmascaradas de dominio o de dependencia.  No es casual, ni mucho menos, que para llegar a esto, a poder anular en nosotros nuestra tendencia a depender de otro o a hacer que otro dependa de nosotros (tendencias que suelen ir asociadas), el terapeuta tiene que haberse remontado en su terapia personal él mismo a los hábitos más primarios que, en su propia urdimbre de afecto, constituyeron su existencia individual.

De esta suerte consigue el ser humano, en el ejercicio de su inteligencia y su libertad, reestructurar sus reacciones más profundas en forma que, el lugar de los automatismos defensivos-ofensivos (que en el alma humana no hacen más que repetir las primigenias actitudes de interrelación que encontramos como base biológica de la subsistencia en todo ser vivo), aparezca ahora esta articulación entre la actitud “anaclítica” (amorosa) y la  actitud “diatrófica” (apoyadora) que constituye el núcleo de toda psicoterapia profunda”.

 

Bibliografía:

  • La fortaleza vacía. Autismo infantil y el nacimiento del yo. Bruno Bettelheim (2012). Barcelona. Ediciones Paidós.
  • Psicoanálisis de los cuentos de hadas. (2006). Colección Ares y Mares. Barcelona: Editorial Crítica.
  • Aprender a Leer. (2001). Editorial Crítica.
  • No hay padres perfectos.14/01/2014.Editorial Booket.
  • Violencia y ternura (1967). Juan Rof Carballo.Editorial Espasa Libros.
  • Urdimbre afectiva y enfermedad. Juan Rorf Carballo. Colección de psiquiatría clásica Gallega. Editorial Asociación Gallega de Psiquiatría. (1999)

 

LO DIFÍCIL VERSUS LO FÁCIL

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